De todas las batallas que libraron los afroestadounidenes en la lucha por sus derechos a mediados del siglo XX, no hay muchas que permanezcan tan vivas en la memoria colectiva del país como la del "Domingo sangriento" de Selma, en el sureño estado de Albama.
Aquel 8 de marzo de 1965 se encontraron frente a frente unos manifestantes valientes y elegantemente vestidos y policías estatales de Alabama, protegidos con cascos y máscaras de gas y armados con porras.
Los primeros sabían que podían terminar la jornada como mártires. Los segundos estaban ansiosos por cumplir con el papel brutal que la historia les asignaría más adelante.
El escenario del enfrentamiento fue el puente Edmund Pettus, una estructura austera que se convertiría en el gran símbolo de la lucha por la libertad y a la que este sábado acudió el presidente Barack Obama para conmemorar el 50 aniversario de los hechos.
Obama habló ante miles de pesonas que conmemoraron los hechos en un ambiente más bien festivo.
Fuerza bruta
Hace medio siglo, el ambiente era bien distinto, entonces la banda sonora la conformaron los cánticos e himnos del movimiento por los derechos civiles.
Pero lo que hizo que aquellas escenas quedaran grabadas en el recuerdo colectivo fue la fuerza bruta empleada aquél día envuelto en las nubes de humo del gas lacrimógeno.
Cincuenta años después, aquellas imágenes siguen resultando sorprendentes y vergonzosas. Los golpes secos de las porras, los caballos de la policía a la carga, los vendajes ensangrentados, los huesos rotos, los cráneos fracturados...
Martin Luther King, quien estaba en Atlanta pero viajó rápidamente a Alabama, dijo que fue "de lejos la mayor confrontación ocurrida en el sur (de EE.UU.)".
Pero de no ser por aquel nivel de violencia, el movimiento por los derechos civiles nunca hubiera dado los grandes pasos que dio.
¿Por qué Selma?
Parte de la razón por la que Selma proporcionó el marco ideal para aquel enfrentamiento histórico es que era fácilmente previsible la feroz reacción de la policía local y estatal.
Y es que el sheriff Jim Clark era el adversario perfecto para los líderes negros.
Durante años, había perseguido y acorralado a los que reclamaban el derecho a votar con la ayuda de una picana y aquel domingo estuvo a la vanguardia cuando sus agentes propinaron a los manifestantes los más violentos golpes.
Pero por muchos golpes y heridas que recibieran aquel día, los militantes del movimiento por los derechos civiles necesitaban que el sheriff estuviera allí: personificaba la intransigencia sureña.
Sin él, la marcha que se dirigía a Montgomery hubiera pasado por la ciudad de Selma forma pacífica y no habría motivos para conmemorar.
Pero tal como ocurrió, el derramamiento de sangre de Selma obligó al presidente Lyndon Baines Johnson a presionar para que se aprobara la Ley del derecho al voto de 1965.
Tensión creativa
Dos años antes, en Birmingham, Alabama, unas protestas pacíficas también provocaron la respuesta violenta de la policía.
Como en Selma, ésta era la intención de los líderes negros: orquestar protestas que lograran una respuesta tan agresiva que pesara en la conciencia del presidente, en aquél caso John F. Kennedy, y que le obligara a actuar.
Ya lo escribió Luther King en una carta en la prisión de Birmingham: "La acción directa no violenta busca crear una crisis y una tensión creativa tal que una comunidad que se haya negado constantemente a negociar se vea forzada a enfrentar el asunto".
En ese sentido, la campaña de Birmingham fue fundamental.
Las imágenes de la brutalidad policial lograron que ciudadanos blancos apoyaran el fin de la segregación en el sur y desataron una oleada de furia negra que inquietó profundamente a los Kennedy en Washington.
Entre mayo y finales de agosto de 1963, tuvieron lugar 1.340 manifestaciones en más de 200 ciudades de 36 estados.
Por el temor de que su presidencia se viera ensombrecida por aquella gran revolución social, Kennedy finalmente acordó enviar el proyecto de ley al Congreso.
Y en junio de 1963 ofreció un largo discurso televisado en apoyo al fin de la segregación.
"Nos enfrentamos principalmente a una cuestión moral", dijo desde el despacho oval. "Es tan antigua como las escrituras y tan clara como la Constitución de Estados Unidos".
De no ser por la brutalidad policial, por lo tanto, Kennedy podría haberse mantenido al margen. Y quizá la Ley de derechos civiles de 1964 no hubiera sido promulgada nunca.
Ajuste de cuentas
Décadas después, la brutalidad policial y los fallos del sistema judicial han seguido siendo los catalizadores de las más significativas conversaciones sobre las relaciones raciales en EE.UU.
La despiadada paliza que agentes del Departamento de Policía de Los Ángeles propinaron en 1991 a Rodney King y los disturbios que siguieron a la absolución de los responsables un año después impulsaron una de las mayores reformas policiales de la historia del país.
Incluso a día de hoy, Barack Obama, el primer presidente negro del país, tiende a hablar de raza sobre todo en el contexto de los excesos policiales o de la justicia penal.
La muerte de Trayvon Martin, un joven negro de 17 años y desarmado, a manos de un vigilante de barrio en Florida el 26 de febrero de 2012 provocó, por ejemplo, la intervención del presidente.
"Mi mensaje es principalmente para los padres de Trayvon Martin. Ya saben, si tuviera un hijo se parecería a Trayvon", dijo Obama.
"Todos los estadounidenses debemos tomarnos esto con la seriedad que se merece", añadió.
"Selma es ahora"
Las muertes de Michael Brown en Ferguson y Eric Garner en Nueva York, ambos a manos de la policía, han sido los más recientes acicates de la protesta.
Y en el marco de las conmemoraciones de este fin de semana, ambos casos dejan patente que en EE.UU. la cuestión racial sigue sin resolverse.
Es por eso que el cantautor John Legend proclamó "Selma es ahora" al recibir un premio Oscar por la canción Glory de la película Selma.
Y es por esa misma razón por la que su intervención tuvo tanto eco.
Es evidente que las relaciones raciales en EE.UU. han recorrido un largo camino desde aquel Domingo sangriento,cuando aún el apartheid del sur estaba en proceso de ser desmantelado.
Sin embargo, no todos los muros erigidos por los prejuicios han sido demolidos.