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Es decisión de LF y DM

Si algo, además de su estilo sencillo y del contacto directo con la gente, le ha dado buen resultado en términos de aceptación popular al presidente Danilo Medina, ha sido la diferencia que ha marcado durante su ejercicio con el común de los gobernantes dominicanos. Y frente a un pueblo víctima de todo tipo de engaños y de desengaños en el tiempo, es entendible que alguien (sin que llegue a la condición de mecía o de “insustituible”) que viniera con idea y propósito de “hacer lo que nunca se había hecho” en beneficio colectivo recibiera la mayor valoración. Pero, cuidado con confundir las cosas y dar pie a que aprobación, popularidad y fama por lo bien hecho, que al fin de cuenta es lo que se espera, lleven a torcer objetivos, programa de gobierno y promesas fundamentales de campaña.
Porque de ser así, sencillamente la gestión de Medina terminaría “sin corregir lo que está mal” y, en pocas palabras, cayendo en lo mismo, en lo de todos los tiempos o haciendo lo que ha hecho el montón de políticos y gobernantes criollos. En esas circunstancias, la aprobación –y las razones que hoy le dan la popularidad y le hacen diferente entre sus iguales– rodarían por el piso.
Esto viene a cuenta, ante la decisión de algunas instancias oficiales de llevar masas frente al Congreso el pasado 28 para demandar una modificación constitucional en procura de la reelección de Medina, una muestra a carbón de lo que acólitos de distintos presidentes generalmente procuran, sin medir las consecuencias institucionales ni los costos políticos para quien se proponen ayudar. La gente llevada allí, se supone que nada gratis ni con dinero propio, podrían ser diez mil personas, vente mil o cincuenta mil y, en función del universo de electores, podrá ser lo efectista que se crea, pero nada significativo ni efectivo para provocar un levantamiento de la prohibición constitucional que pesa, y mucho menos para ganar unas elecciones. Como estrategia para rodear a Medina de un “colchón” para negociar con Leonel sus cuotas de poder, la idea de promover la reelección del primero, y hasta de mover gente, se entiende, pero no es buena consejera, y ayuda muy poco –o en nada- al Presidente en términos de imagen.
La decisión final sería política, nunca el fruto de la presión en las calles ni de maniobras con sesgos oportunistas, y está en las manos exclusivas de Danilo y Leonel.

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