Hay pocas decisiones tan políticamente explosivas para cualquier alcalde como las que tienen que ver con el transporte público de su ciudad.
Lo saben en Brasil, donde las manifestaciones en 2013 por parte de activistas que reclamaban tarifas preferenciales para los estudiantes desataron protestas que terminaron involucrando a millones de personas y causaron una profunda crisis política nacional.
Y se manifiesta en incontables huelgas y protestas a lo largo del mundo por parte de ciudadanos inconformes con lo que tienen que pagar por subirse al autobús todas las mañanas para ir al trabajo o al estudio.
Los activistas brasileños, a través de su Movimiento Pase Libre, y muchas otras organizaciones en distintas naciones del mundo reclaman que el transporte público sea gratuito, como lo es la educación primaria o la atención médica en muchos otros países.
Lo que en el fondo no significa que sea gratuito, sino que su costo es pagado solidariamente por toda la población a través de los impuestos.
Pero a estos activistas se contraponen otros que advierten que lo que puede sonar como una idea buena y justa, no necesariamente lo es tanto.
En Estonia sale gratis
Ofrecer transporte público sin costo al pasajero no es una idea que sale del vacío. Se ha intentado en el pasado en grandes capitales, como Roma en la década de 1970.
Desde enero de 2013 se implementó en Tallinn, la capital de Estonia.
En Miami es gratuito un tren elevado que cubre la zona central de la ciudad y una flotilla de trolleys públicos.
Y ciudades de muchos países, desde Londres a Bogotá, extienden pases gratuitos a ciertos grupos de la población como los estudiantes o los jubilados.
Los beneficios son claros. Se le alivia la carga financiera a las personas de bajos recursos que gastan una parte importante de su sueldo en el pasaje del autobús.
Y se promueve una forma de transporte mucho más ambientalmente sostenible que el auto particular.
No funcionó tan bien
Pero en muchos casos, los intentos de ofrecer el servicio de autobús completamente gratuito han tenido poca suerte.
En Roma la iniciativa se canceló a los seis meses.
Y en Tallinn no ha desatado la revolución del transporte que alguna vez se esperó.
"Esperaban un gran incremento de demanda, pero no se dio, porque lo que la gente necesita, más que bajo precio, es calidad, alta frecuencia, alta cobertura, de manera que lo puedan usar cuando lo necesitan", le dice a BBC Mundo Darío Hidalgo, un consultor colombiano en temas de transporte que fue también subdirector de Transmilenio, el sistema de transporte masivo de Bogotá.
Un estudio concluido en 2014 reveló que el número de usuarios en la capital de Estonia apenas aumentó en un 1.2% desde que se ofrecía de manera gratuita.
El experto británico Peter White, de la Universidad de Westminster en Londres, también es escéptico frente a la idea del transporte público gratuito.
"Existe el peligro que los niveles de financiación del sistema sean inicialmente apropiados, pero que en el largo caso esto no sea así. Como resultado, un sistema de transporte con escasa financiación que opere con autobuses congestionados y viejos puede resultar poco atractivo a los usuarios, que entonces podrían volver a alternativas de mayor costo, como los taxis o colectivos de alto costo", asegura.
Varios expertos también encuentran reparos de justicia social con un sistema que usa los impuestos para pagar el tiquete de todos los usuarios, sin importar que algunos de ellos tendrían medios suficientes para costear el boleto sin financiación estatal.
¿Para quién debe ser gratuito?
Una variante más aceptada, aunque todavía polémica de la iniciativa es la que propone subsidiar el transporte a ciertos grupos de la población.
Hidalgo resalta, como ejemplo positivo, lo que está haciendo el actual gobierno de la capital colombiana en donde se subsidia el pasaje de las personas de menores ingresos.
"Esto tiene mucho más sentido que el transporte gratuito para todos, porque el Estado apoya a la gente que no tiene recursos para pagarlo, pero recibe ingresos del resto de la sociedad que permiten mejorar la oferta de transporte público", señala el experto a BBC Mundo.
Pero White alerta que algunos de estos subsidios son también problemáticos. "En Reino Unido tenemos transporte público para los mayores de 60, que en algunas ciudades representan el 25% de todos los usuarios", le dice a BBC Mundo.
El subsidio requerido para darle transporte gratuito a un jubilado de altos ingresos en Londres puede hacer más difícil mantener el servicio público que podría usar una persona pobre en una zona provincial.
White ve también problemas con extender el subsidio a los estudiantes. "Su uso del sistema de autobuses está fuertemente concentrado en determinadas horas del día, lo que incrementará la congestión y el sobrecupo en los buses a esas horas", le señala a BBC Mundo.
Sin embargo, en ciudades con altos niveles de pobreza, como las latinoamericanas, el ofrecer transporte gratuito, al menos a algunos integrantes de la sociedad, representará un enorme alivio monetario para muchos estudiantes, pensionados, o trabajadores que luchan para reunir diariamente el costo del pasaje de autobús.
Lo que hace previsible que muchos gobernantes seguirán buscando la manera de ofrecerles ayuda estatal.
Y que seguirá la controversia acerca de cuánto debe costar ese servicio básico en el funcionamiento de cualquier ciudad.