Su contrincante era conocido por provocar convulsiones, ataques cardíacos, incluso la muerte. Pero Jason McNabb lo miró con calma y se sentó cara a cara con él.
Sonó el silbato y comenzó el asalto, una carrera caótica de ojos llorosos, labios hinchados y transpiración. Pero no era una competición ordinaria. Ver más.-
Sonó el silbato y comenzó el asalto, una carrera caótica de ojos llorosos, labios hinchados y transpiración. Pero no era una competición ordinaria. Ver más.-