La mirada vidriosa es apenas el primer síntoma. Luego vienen los temblores, la impotencia, el estreñimiento y el insomnio permanente.
Silvano iba en un crucero cuando lo golpeó la maldición familiar.
Era un elegante hombre de 53 años que disfrutaba vistiendo un esmoquin siempre que podía. Le gustaba presentarse con la pose de aquellas estrellas de cine que tanto admiraba. Ver más
Silvano iba en un crucero cuando lo golpeó la maldición familiar.
Era un elegante hombre de 53 años que disfrutaba vistiendo un esmoquin siempre que podía. Le gustaba presentarse con la pose de aquellas estrellas de cine que tanto admiraba. Ver más