Luego de recitar un rosario y entonar dos evangelios, los niños de una escuela en Las Lomas, un pueblo rural a las afueras de Caracas, hacen fila para entrar al comedor, donde cada uno recibirá el que puede ser el único plato de comida que comerá en el día. "Son chamos de familias desestructuradas, que viven en casas de barro, que si no es acá no tienen dónde comer", dice Ana María González, la hermana que preside este autosustentable centro de asistencia vinculado a la fundación internacional cristiana Fe y Alegría. Ver más